Se van yendo las cosas
en un ritual tranquilo.
No sé si desaparecen
o sólo cambian de lugar.
Pero cada vez son menos
las cosas y parecen perderse
alrededor de mí
en una blanca neblina.
Esa luz de la tarde las protege.
Los días se van llevando las cosas que he querido.
Con pasos secretos, a mi espalda
se desvanecen. Las cosas
pequeñas, provisionales. Las cosas
que supuse que eran mías.
Y cada vez me siento
más solo, pero más ligero.
Un emigrante, digamos,
que va perdiendo su equipaje
pero no lo lamenta.
Creo que mi vida
ha sido un ir dejando cosas
extraviadas, inútiles
y queridas
en lugares que he olvidado.
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