Ya no hay ritual en mi narración

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A veces las narraciones que escribo no son fieles a mi sentido de la escritura. Hay sonidos en el aire que definen la tintura, hay humores en los labios que describen tu ternura y hay quereres en el alma que definen mis tertulias. Hay amigos que sosiegan, noches tristes sin mesura, hay amigos que contemplan lo vulnerable de la ternura, y en el momento que menos lo esperas, lanzan preguntas con tal bruma, que descomponen la amistad a una noche de ataduras. 

Los días siguen, tantas horas, tantos porros consumidos en la aurora, y ¿qué me queda? gime así mi alma soñadora, ¿qué me queda? si no es tu cariño, seductora…

Estos versos míos o de todos, son para hombres y mujeres que pisotearon como lodo, mis quereres, atenciones, mis palabras adornadas, frases cortas, arrumbadas, como los besos de una madre que solo espera la jornada, como los golpes de un padre que solo esperan la mañana, o como mis ganas muertas de comprender la tonada de mi cara, el sentido de mis días, las ganas de medirse cada día con poesía. 

Y así como narro en pocas líneas y pasos cortos, entre rimas en prosa y voz en alboroto crecí escuchando una voz en mi cabeza «escribe otro, escribe otro…», me tomaba como tonto, como tonta, como toda vida que se va escribiendo lo que se va, lo que viene… ¿Qué viene? ¿Quién viene? Después de todo viene la muerte, nos llega, llegué, llegó, pero papá nunca más la puerta abrió, y aun cuando lo recuerdo me punza fuerte el corazón, “el hombre de mi muerte” escribí yo, con solo trece años ya no sabía cómo vivirlos, y ahora se lo han llevado, el segundo hombre, “el hombre de mi vida” tan solo cuatro años tenía su sonrisa, tan solo cuatro años y ya le habían arrumbado tanta vida, tanta injusticia, y no duele decir que un aborto a tiempo pudo haber calmado todo este llanto derramado que nos deja sin aliento, pero con esperanza y una fe que cargamos en el pecho, en los hombros y en lo insatisfecho, en lo que pudimos haber hecho, lo que quisimos pero no supimos cómo hacerlo.

Mis rituales son estos: morderme los labios para describirlo de pecho a pecho, tan vulgar como tu lecho, tan normal como el desprecio, tan simple como esto, como aquello, como el niño sin padre, sin madre, sin ser niño, sin ser nadie.

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