Un día el Mal se encontró frente a frente con el Bien y estuvo a punto de tragárselo para acabar de una buena vez con aquella disputa ridícula; pero al verlo tan chico el Mal pensó: “Esto no puede ser más que una emboscada; pues si yo ahora me trago al Bien, que se ve tan débil, la gente va a pensar que hice mal, y yo me encogeré tanto de vergüenza que el Bien no desperdiciará la oportunidad y me tragará a mí, con la diferencia de que entonces la gente pensará que él sí hizo bien, pues es difícil sacarla de sus moldes mentales consistentes en que lo que hace el Mal está mal y lo que hace el Bien está bien.” Y así el Bien se salvó una vez más.
un poema,
una hoja
de papel
sobre
la calle
(este día soleado es otoño en el parque)
sin embargo
flotan
un periódico
hojas secas
y el poema
en el aire
(el papel es un parque soleado de otoño)
y la calle
es una hoja
seca
en el poema
del día
(el otoño es un papel en el parque)
y este día
flota
la calle
entre las hojas
(un periódico es un poema en el aire del otoño).
Este viento que viene es desconocido.
No es ninguno de los de nombre propio.
No es de mar ni de montaña.
Ni es ninguno de los huracanes medidores de nudos.
Es un desconocido este viento que llega.
Desde la prehistoria viene, cruza las edades.
Toma fuerza en las selvas de hombres, no de árboles,
Crece, crece, ya está con nosotros, y puede pasar.
Este viento es suave y sedoso.
Pero es la rebelión este viento, este viento.
Dijiste:
“Iré a otro país, veré otras playas;
buscaré una ciudad mejor que ésta.
Todos mis esfuerzos son fracasos
y mi corazón, como muerto, está enterrado.
¿Por cuánto tiempo más estaré contemplando estos
despojos?
A donde vuelvo la mirada,
veo sólo las negras ruinas de mi vida,
aquí, donde tantos años pasé, destruí y perdí.”
No encontrarás otro país ni otras playas,
llevarás por doquier y a cuestas tu ciudad;
caminarás las mismas calles,
envejecerás en los mismos suburbios,
encanecerás en las mismas casas.
Siempre llegarás a esta ciudad:
no esperes otra,
no hay barco ni camino para ti.
Al arruinar tu vida en esta parte de la tierra,
la has destrozado en todo el universo.
Al hombre que cabalga durante mucho tiempo por tierras selváticas le dan ganas de ver una ciudad. Finalmente llega a Isidora, ciudad donde los palacios tienen escaleras de caracol con incrustaciones decaracoles marinos; donde fabrican violines y catalejos artísticos; donde el forastero indeciso entre dos mujeres encuentra siempre a una tercera; donde las peleas de gallos degeneran en sangrientas riñas entre apostadores. Él pensaba en todas estas cosas cuando deseó ver una ciudad. Isidora es la ciudad de los sueños, con una salvedad: la ciudad soñada lo albergaba siendo aún joven, pero llega a Isidora ya viejo. En la plaza está la tapia de los ancianos que ven pasar a la juventud; él está sentado junto a ellos. Los deseos son ya recuerdos.
Déjenme limpio
el aire de los cuartos
y liso
el blanco de los muros.
Déjenme con las cosas
fundadas en silencio.
Jura con frecuencia empezar una vida nueva;
pero, cuando llega la noche, con sus consejos,
tentaciones y promesas…
Cuando viene la noche, con sus instintos,
deseando, buscando…
accede sonriente a su acostumbrado placer.
Se van yendo las cosas
en un ritual tranquilo.
No sé si desaparecen
o sólo cambian de lugar.
Pero cada vez son menos
las cosas y parecen perderse
alrededor de mí
en una blanca neblina.
Esa luz de la tarde las protege.
Los días se van llevando las cosas que he querido.
Con pasos secretos, a mi espalda
se desvanecen. Las cosas
pequeñas, provisionales. Las cosas
que supuse que eran mías.
Y cada vez me siento
más solo, pero más ligero.
Un emigrante, digamos,
que va perdiendo su equipaje
pero no lo lamenta.
Creo que mi vida
ha sido un ir dejando cosas
extraviadas, inútiles
y queridas
en lugares que he olvidado.
Tuve un insomnio feliz
pasé la noche en vela
pensando en mis amigos
increíble tanta risa
en la memoria
Canciones que cuentan tu historia
sin saberlo.
No importa quién ni dónde,
pero alguien las escribió
pensando justo lo que sientes
al conducir por la carretera a medianoche,
y besar sin aviso a una chica
y acariciarla debajo de la falda.
Como si pudieras cantarlas.
Como si no las escucharas
en los microbuses,
entre motores que aceleran
y neumáticos marcando el pavimento,
como si no fueran tan sólo
algunas notas
del himno de tus huesos
El identificador de llamadas muestra tu nombre.
En la ventana, un hormiguero de gente
construye el segundo piso del periférico.
Algún día, su lugar será ocupado
por autos con las luces encendidas
y los motores en marcha.
Igual que el teléfono, dejarán de sonar.
Había una vez una Rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello. Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl. Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica. Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían. Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena Rana, que parecía Pollo.
Si su pareja insiste en hablar del futuro,
cuéntele de los coches que vuelan.
Como la música, terminar una relación es un arte para el que hay personas virtuosas y otras sin el menor rastro de talento.
La mayoría de nosotros solo sabemos hacerlo de manera torpe, lastimosa y terriblemente lenta.
La mayor omisión de los planes educativos desde el kinder hasta el posgrado es que nadie nos enseña a sufrir ni a ser felices. Es lógico que seamos tan incompetentes para un rompimiento.
Esta guía no es un analgésico espiritual, usted seguirá sufriendo. Nuestro consejo es que recorra las siguientes páginas como un aficionado hojea una recopilación de tablaturas “Guitarra fácil” y quizá con tiempo, práctica y un poco de suerte, logre uno o dos rompimientos que pueda contar en las fiestas sin sentir vergüenza. Recuerde que la idea no es perfeccionar todas las técnicas, sino volverse competente al menos en una.
En dos casos es seguro que usted no necesita esta guía:
-
Su pareja solo siente desprecio y odio hacia usted (o viceversa).
-
Usted no es un cobarde.
(…) La tristeza invade de nuevo, más dura, más cruel, su fatigado corazón. Observa a la multitud que pasa por la calle, buscando entre los miles de transeúntes alguien que quiera escucharlo. Pero la gente parece tener prisa y pasa sin fijarse en él.
Su tristeza a cada momento es más intensa. Enorme, infinita, si pudiera salir de su pecho inundaría el mundo entero.