Perdonar es probablemente una de las acciones más difíciles para los seres humanos y es que, ¿cómo podemos pretender que nada pasó cuando alguien a quien amamos y en quien confiamos nos lastima?
Perdonar no es olvidar, pero sí entender que a veces no estamos preparados para las situaciones que se presentan, lo cual nos lleva a cometer errores.
Perdonar es un proceso lento, muy lento, agotador, pero sobre todo doloroso. Nos enfrentamos a la rabia, la decepción, el arrepentimiento, la tristeza y la arrogancia.
Cuando alguien a quien amamos nos lastima es como si a toda prisa construyéramos un muro enorme para escondernos de aquella persona.
Perdonar también es analizar las acciones de quienes nos lastimaron, así como las propias. Nadie puede exigirnos comprensión si no van a comprendernos también a nosotros.
Perdonar no es fácil y si bien no todas las personas merecen ser perdonadas, es algo que vale la pena hacer porque por sobre todas las cosas perdonar es evitar que nuestro corazón se quede atascado en la amargura. A veces perdonar a los demás puede ayudarnos a sanar, pero, perdonarnos a nosotros mismos siempre nos hará sanar y nos encaminará a seguir adelante por el camino correcto.
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