Teníamos doce,
como las horas del reloj.
Uno partió antes de lo esperado y los otros
se quedaron aquí con nosotros,
su padre y yo,
pero al igual que el reloj avanzaron
y cada hora
era sinónimo de despedida.
Aquellos que partían solo volvían con el invierno,
buscando calor en los brazos de sus creadores,
el invierno se volvió sinónimo de visita
y en las demás estaciones nosotros
no existíamos.
En uno de esos inviernos mi esposo
y yo
nos convertimos en relojes, se nos acabó el tiempo
y ya no volvieron a visitarnos.
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