
Aún no he podido dejarte atrás. Cada noche, cada mañana, en cada calle, en cada avenida; ahí es donde pienso en ti. Siento cómo te retuerces en una esquina, al fondo de mi cuarto. Estás ahí, estás llamándome, buscando mi mano, suplicando por tocarme.
Los dos solos en la habitación, ¿qué puede pasar?
Tu mano fría acaricia mi cuerpo, atraviesas mi ropa, entras por mi cuerpo mientras cierro los ojos y dejo que mi mente comience a navegar en un efímero río de paz. Mis músculos se contraen por un momento, siento aquel frío recorriendo mi lastimado cuerpo. Dejé de estar aquí.
En la vieja radio, Кино arrulla mi cuerpo derretido sobre el piso de la fría habitación. Mis brazos sienten un dolor en su interior, fuego quemando cada vena, cada arteria, venciendo la fuerza de los músculos. No debí hacerlo, no debí dejarme solo en esa caída.
Afuera está nevando, una tranquilidad blanquecina cubre la ciudad mientras mi cuarto arde, estoy encendido, las llamas marchitan hasta el último pedazo de mi ser. No hay bomberos, nadie a quien pedir ayuda, nadie vendrá a salvarme. El suelo me abraza, me obliga a permanecer tirado, débil.
Con la mirada anclada en el techo recuerdo cuántas veces pude dejarte atrás, cuántas veces los médicos me dijeron «Vaya aquí», «Vaya allá», «Estas personas pueden ayudarlo». Nunca escuché. ¿Y cómo lo iba a hacer? Cada vez que me hablaban, tú estabas detrás de mí con tus manos tapando mis oídos; cuando intentaba correr por ayuda, tú estabas en el suelo, sujetando mis piernas. Siempre me obligaste a quedarme contigo. Perdí la batalla, perdí todas las oportunidades, o quizá las ignoré. De cualquier manera, siempre estuviste presente, siempre cubriste mis ojos.
Intento levantarme, pero ya no puedo, mis brazos no responden, las cicatrices que han dejado las agujas me cubren de dolor ya no solo el brazo, también las manos, el hombro y hasta el cuello. Miro la luz que entra por mi ventana, una luz azul, negra o blanca quizá, ya no importa, ni siquiera puedo abrir los ojos por completo. Siento una mano fría acariciando mi cabeza mientras una voz dentro de mí me grita las cosas que no hicimos, que no pudimos hacer.
Mi cuerpo aún caliente se relaja por un momento, cierro los ojos y al fin puedo descansar, puedo dejarme llevar por el viento que recorre mi habitación.
Semblanza
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