Todo lo que nunca hicimos

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Justo cuando estoy por realizar la llamada apago precipitadamente el teléfono y me apresuro a revisar la comida que he dejado en la estufa. El espagueti ha comenzado a pegarse y el té ya está hirviendo. ¡Esa manía mía de querer hacer varias cosas a la vez! He intentado enfocarme en una sola, recuerdo con frecuencia a mi maestra de tesis, platicándome sobre la fuga energética cerebral al realizar varias acciones al mismo tiempo, pero no logro practicar lo contrario. 

Mientras agrego un poco de miel al té y comienzo a mover la cuchara, voy enumerando las acciones que han quedado pendientes: un baile, un café, algunos obsequios, un picnic… Ahora pienso que seguramente escuché mal y simplemente fueron ideas fugaces, más no posibilidades, mucho menos realidades.

Seguramente en otra línea temporal las pinturas se encuentren colgadas en la pared, el libro acomodado junto a sus libros favoritos, posiblemente el mantel usado para el picnic lo perdimos o lo olvidamos… Pero eso será en otro plano, en este momento, del cual intento ser consciente, comienzo a agradecer la cronología de los hechos, inclusive de todas las cosas jamás realizadas. De otra forma, no habría descubierto que el vacío experimentado no era por su ausencia, sino por la precariedad de las charlas conmigo, a su vez, la desilusión no la ocasionaba él, sino las expectativas creadas por mí. Gracias a todo lo que nunca hicimos reafirmé que el llanto libera y descubrí que la vida sí es más sencilla sin tanto drama. 

Estoy convencida de que todo llega en su momento, en consecuencia, los recuerdos pasan uno tras otro como una presentación fotográfica: el sonido de su voz sigue siendo clara, los comentarios expresados aún me hacen sonrojar, sus expresiones faciales todavía me roban una sonrisa; siempre fue grato conversar mientras surgía alguna broma esporádica. Una parte de mí lo sabe, otra se niega a tomar la decisión. 

Despedirme siempre me ha causado nostalgia, además no puedo asegurar que no volveremos a coincidir, sin embargo, en caso de hacerlo, seguramente conoceremos otra de nuestras versiones, entonces ¿qué caso tiene aferrarse a ésta? Otra cosa para agregar a la lista: una llamada pendiente. Prefiero separar mi andar del suyo antes de volver a darle cabida a un sentimiento que siempre tuve claro y en su momento quise explorar, pero hoy voy perdiendo el interés de descifrar. A estas alturas tengo claras dos cosas:

Una. Cada persona expresa su interés de forma distinta. La única persona que puede quererme como yo quiero me mira cada día al espejo.

Dos. Cuando algo nos importa, siempre nos hacemos tiempo.

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