El anhelo de una acusación ficta

pexels-pixabay-210854-scaled-thegem-blog-default

¿Qué son las ideas? ¿Las tenemos acaso preconcebidas? ¿O tenemos ya todas las palabras para esbozarlas, desdibujarlas y apaciguarlas en pequeñas oraciones al alcance del entendimiento meramente humano? ¿Y qué hay de las ideas del alma? Esos rayos de tenacidad y vida que impulsan energías inconscientes que no sabíamos que teníamos. 

Comencé hace mucho una serie de relatos internos, sostenidos con algo inherente a la existencia física, e incluso mental. Nunca me aterró pensar que no sería algo propio; sin embargo, siempre lo supe. Algo dentro de mí me decía que estaba hablándole a algo no humano, algo que nunca existiría para darme una respuesta. Quizás el silencio sea la respuesta. ¿Te interesa saber qué fue, o quién fue el ser que me ha estado despertando la consciencia? No sabría decirlo. Es un craso error humano creer que podemos explicarlo todo desde la mente.

Así surge una Sophia: un pequeño violín de cuatro cuartos que conquistó un recóndito espacio de mi alma y que me habla en sus silencios. Pequeños silencios para los cuales no quedan notas o no habría música; respiros que son una bocanada de aire de los cuales nunca obtendré respuestas en palabras, sino en sensaciones, emociones y en un repertorio infinito e irrepetible de tonadas y armonías que recolectan algo en mi interior.

Te preguntas si debo dejar de escribir para quien que no existe. También lo pensaba, pero, a fin de cuentas, las ideas son entes que nos acompañan en nuestra propia evolución, crecen con nosotros y, ¿por qué no pensar que un día esa pequeña Sophia pudiese responderme en un sueño o en un deseo? ¿Qué haría Sophia para acusarme de las cosas que no hago? Sus acusaciones, sobreentendidas y referidas a escribirle a alguien que no existe, me terminarían por confirmar la existencia de las ideas; de esos entes insinuantes que siempre dejan cierto recelo entre saber que son y que no son. Pero, al final del día, terminamos inconscientemente diciéndoles «¡Gracias, gracias por demostrarme que estoy vivo!».

¡Oh, Sophia! Si tan solo pudieses hablarme.

4

Dejar un comentario

X