IV

Afuera ladra un perro

 

a una sombra, a su eco

o a la luna

para hacer menos cruel la distancia.

 

Siempre es para huir que cerramos

una puerta,

es desierto la desnudez que no es promesa

 

la lejanía

de estar cerca sin tocarse

como bordes de la misma herida.

 

Adentro no cabe adentro,

 

no son mis ojos

los que pueden mirarme a los ojos,

son siempre los labios de otro

los que me anuncian mi nombre.

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