Sé que la luz existe pues entra por un hueco que hay en la lámina.
Quisiera que esa luz me hiciera una grieta en el cuerpo y terminar con este suplicio llamado vida.
Fui arrancada de mi antigua existencia donde yacía en aquel orbe.
Mis huesos se rompieron como tallos de árboles secos.
Desde aquel momento, mis días estuvieron cronometrados como los pasos que yo daba de pequeña.
Mi ser sólo ocupa una porción muy diminuta de este vasto multiverso, me resulta tan asombroso reconocerme y asumir mi condición humana.
Recibo insultos mientras limpio los restos de mi sangre y desechos que dejé a mi paso.
El cuarto se volvió más grande, las voces retumban con más fuerza,
los gritos que dicen que nunca tendré ese nombre que recibí al nacer aumentan de volumen constantemente.
El único propósito de mi vida es la tortura.
Estoy saldando viejas deudas de un pasado que no viví, pero me fue heredado.
Creé mis demonios y fantasmas, esos que, al atormentarme, hacían más llevadero el último tramo
de mi existencia.
Semblanza
Andréz Reyna. Nacido en Acapulco, Guerrero en 1991. Artista plástico autodidacta, diseñador de moda.