
Nunca he analizado mi pasado como algo que deba añorar, sin embargo, hoy mientras estoy en un ideal clima tropical y la lluvia atormenta a mi ventana haciendo que los inmensos árboles amenacen con caerse, he decidido hacerlo.
Extraño el tiempo en que podía ser un poco más libre, con mi cabello largo volando por las extensas dunas del desierto, con mi cuerpo cansado caminando por toda aquella arena moldeándose al compás del viento, con todas esas plantas secas a mi alrededor.
Extraño el desierto y mis recuerdos en esa arena caliente al medio día, extraño el ardiente sol abrazando mi cuerpo y la búsqueda de tesoros ocultos en la arena dorada, extraño las montañas y los animales de mi tierra árida, extraño el sol y el ardor en mi piel quemada, extraño sentirme libre y caminar junto a mi padre.
Es difícil no pensar en eso cuando se está tan lejos, cuando te encuentras sola, cuando tienes miedo; me cuesta no pensar que era más feliz en ese entonces, aunque probablemente en ese momento dijera que era profundamente desdichada; pero no, ahora sí que conozco la desdicha, me he encontrado con la pena y he llorado mi esperanza, y ahora soy la desdicha, la pena y mi ausencia de esperanza; porque en el fondo siento que mi felicidad se quedó en aquel desierto, en aquellas dunas.
Pienso que mi alegría aún se encuentra moviéndose entre la arena al ritmo del viento seco, ese que puedes sentir en la garganta; ahí sigue, esperando a que regrese a esa hermosa y tan añorada tierra caliente para que pueda reencontrarme con mi padre.
25