
¿Te acuerdas de Chava? El que en la primaria se quedaba solo y molestaba a otros.
El que llevaba solamente a su madre en la firma de boletas.
El que se quedaba callado siempre que le preguntábamos sobre su padre.
El que iba solo con diez pesos a la escuela y al que un día que le di una torta, vi por primera vez su sonrisa y ese brillo en los ojos que todo niño posee.
El que iba a la escuela con marcas de golpes en su cuerpo y dejaba marcas en los cuerpos de otros.
El que era el payaso de la clase y veíamos como se burlaba de cada profesor hasta el punto de, a veces, hacerlos llorar.
Al que tuve que prometerle que no le diría a nadie que lo vi llorar, o si no me golpearía.
El que comenzó a tomar y a fumar cuando entramos a la secundaria.
Al que la única atención que le ponían los profesores era cuando lo regañaban.
El que se escapaba o a veces ni iba a la escuela.
El que terminó siendo expulsado.
Y al que finalmente, cuando me fui de la ciudad para estudiar en otro estado, con un boleto con un destino indefinido y con la esperanza de buscar oportunidad de ser algo en la vida, le perdí la pista.
¿Qué crees? Lo volví a ver hoy.
No pude ver bien su rostro, pero sí pude ver bien aquellos ojos, esos ojos que brillaban y que me recordaban a aquel niño al que le regalé una torta.
Mientras yo estaba en el piso sangrando y él sostenía un arma en su mano…
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