
Cuando hablo sin decir nada
y oigo sin escuchar,
me pongo a escribir
sobre cosas que desearía sentir.
Cuando empiezo a escribir
no puedo evitar pensar en ti.
Adoro la forma en la que piensas
y la manera en la que hacemos contacto visual.
Cuando te veo aumentan mis latidos
y se apresura mi respiración,
pero tu presencia me hace sentir segura.
Cuando escucho la forma en la que escribes
recuerdo las cosas que olvidé,
creo en lo que alguna vez rechacé
y amo lo que alguna vez odié.
Por eso, hoy decido plasmar
la forma en que haces que mi corazón palpite.
Una conexión espiritual
que no sabemos cómo empieza
ni cómo termina,
una aventura,
la perdición al escribir.
Tu voz es música para mis oídos,
tu risa me da paz
en un mundo donde la fe está perdida.
Adoro tu cosmovisión
y la forma en la que narras cada idea:
eres un hombre formal
que duda de su propia identidad.
No nos queda más que soñar
en un final superfluo
donde nada es lo que parece,
pero, a pesar de todo,
nuestro amor dura hasta el más allá.
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