Simona

pexels-monstera-6373861-scaled-thegem-blog-default

Te amaba y hasta ahora lo comprendo. Siempre fuiste diferente a las otras pero no lo aceptaba, prefería ver a través de tus defectos y nunca intenté acercarme. Me molestaba que no me prestaras atención y hablaras con otros pero estaba confundido porque no entendía cómo funcionaban los celos. Detestaba que ellos te hicieran sonreír, me sonrojaba al ver una faceta que a mí no me mostrabas. Cuando te acercabas, todos esos sentimientos se hacían más intensos, aunque era la amargura la que te hablaba a través de mí.

Recuerdo haberte visto llorar muchas veces y aunque quería saber qué te sucedía, mis inseguridades no me dejaban preguntarte. En esos momentos te ignoraba mientras otros se preocupaban por ti. Nunca supe acercarme, siempre peleamos y nos maltratamos. Realmente no fuimos amigos, pero no sabes cuánto me dolió cuando no volviste. Fuiste la primera persona por la que lloré, aunque nadie lo supo. No podía decir la falta que me hacías, nunca aprendí a expresar lo que sentía.

Tengo que serte sincero. Hoy no te recuerdo mucho, pero cuando te pienso, el arrepentimiento me pesa y trato de ignorarlo. No creo que sienta algo por ti, pero si te vuelvo a ver mis manos temblarían, la voz se me entrecortaría y no sabría que decirte. En mi mente sólo habría una frase: “Discúlpame por no despedirme, no estaba preparado para soltarte”… creo que saldría corriendo.

Aunque tu presente no me interesa, estoy seguro de que a mi pasado le hubiese gustado estar allí. Te amé, no te lo dije y es posible que nunca lo sepas. Hoy en día, no me interesa contártelo, prefiero que estés en mis arrepentimientos. Ya me acostumbré.

Esta carta debió haberse escrito hace quince años, quizás no hubiese tenido las mismas letras, pero ya no quiero pensar en ello.

2

Dejar un comentario

X