Besos

cemetery-g30c138c3f_1920-thegem-blog-default

         —Tú que eres muy inteligente, ¿qué pasa en un beso? —me preguntó. 

Cada palabra que emanaba de sus suaves labios y sus besos apasionados me tenían fascinada. Así fue como pasó, en un par de besos, dos horas, hasta que la prematura hora de partir nos interrumpió. De haber sabido que todo habría de acabar en un absurdo juego de poder, en un silencio o como hoy en día lo llamamos, ghosteo, hubiera procurado que aquella noche no se acabara, que nos hubiéramos dado besos lentos y suaves toda la noche, rozando mis manos con las suyas con ternura. 

A estas alturas de las circunstancias, no estoy segura de haber sido la única de los dos que sintió que esa fue una noche especial.

         —¿Por qué son tan complicados los hombres? —pregunto a mi roomie.

         —No son complicados, son estúpidos.

Puede que tenga razón. Pero la estupidez no es justificación para cubrir la violencia que encarna la irresponsabilidad hacía el otro.

Me recomendaron leer un libro (que encontré absurdo) sobre las fases sexuales de los humanos. Todo empieza en el galanteo, la locomoción, y culmina en el sexo. El beso es un proceso de sensibilidad, de sentir la piel de la otra persona e intercambiar bacterias. No me gusta esta definición porque es lo que un investigador dice al observar la situación de un otro. Pero una que lo vive, lo siente, una que besa y es besada, termina por creer que un beso es la culminación —o el inicio— de un encuentro entre dos personas que decidieron unir una parte de sus cuerpos y sus expresiones no verbales.

Curiosamente, la semana pasada leí un libro de una autora italiana, que creía que dos humanos terminaban juntos por mera supervivencia. Me inclino más hacia esta postura. Creo que sigo aferrada a aquel encuentro porque necesitaba un beso como aquél; que me tomaran la mano con dulzura y me miraran a los ojos con gracia. Disfruté tanto aquellos besos, que no tuve mayor remedio que besarlo mucho y despedirme, haciéndome ideas como una adolescente que nunca ha besado, que nunca ha experimentado la violencia de un no no verbalizado, y dolió saber que la supervivencia no era recíproca.

En un beso pasan muchas cosas. Un beso es lenguaje; es verbalizar la falta de una pieza en nuestro cuerpo para que lleguen otros labios que hablen el mismo idioma y lo comprendan. Y yo sé, yo entiendo, que aunque el lenguaje y tú no sean los mejores cómplices en la expresión humana, tus labios lo dijeron todo aquella noche. Eso es lo que creo que pasa en un beso.

41

Dejar un comentario

X