Gaia

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Emociones primarias golpearon el suelo, sin el tiempo con el que usualmente se completa el prisma cuando la muerte se observa.  Sus silenciadores se encargaron de que fuera la segunda vez que acariciara la tierra, sólo que ahora a una profundidad considerable, como lo habían hecho ya poco más de 58 veces en el último sexenio. No fue hasta pasada la tercer lluvia que el micelio se encontró con su forma más evolucionada, aquellos responsables del salto cuántico de la conciencia humana hacía miles de años; y sí, se vieron en la necesidad porque ella arruinaba su sagrado bucle.

Tardó un momento en poder escuchar, pero reconoció que se trataba de un compás, aquél en el que su vida tomó sentido. Sabía que no era su pulso, alcanzó a ver cómo la bala le destruía el corazón… “Y no sólo eso, también ecosistemas completos; unas cuantas personas con balas, y unos cientos de especies con lo demás”.

“Y a pesar de eso, no eres la primera persona que se niega a morir.” Aquella voz resonaba en su cabeza como si fuera la propia, pero sabía que ese pensamiento no le pertenecía.

“Entiendo tu confusión, incluso en situaciones así, los humanos se ven dominados por lo que llaman ego; y aunque reconozco que el lenguaje es de las cosas más maravillosas que han sido capaces de crear, tampoco lo explica todo. Calla, seré breve, que las simbiosis pueden ser eternas, pero esta no.” Y así, todo volvió a oscurecerse nuevamente.

Cúmulos de materia cósmica gravitaron hasta colapsar, su densidad céntrica derivó una fuerza centrípeta formando así algunas partículas que ahora la cubrían y eran parte de su cuerpo. De los minerales nació el agua, y con ella, cuerpos antes desconocidos por la tierra que cubría de forma abrasadora capas y capas de pasados estadíos. Una extraña combinación entre inercia y azar formó cadenas, cuyas estructuras mayores comenzaron a formar sus propios ciclos, imitando el nacimiento de su planeta. A partir de la primera endosimbiosis, pareciese que las formas de vida fluían a la par del tiempo, haciendo un sonido particular en el momento en que cada una terminaba, y cuando ella comprendió que la vida existiría hasta que su madre colapse junto con el sistema que le dio forma, el prisma se completó, y en el cuarto pulso de su último compás pasó a ser parte del dinamismo entrópico de la tierra. De Gaia.

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