Este camino ya me lo sé de memoria. Escalón de piedra, piedra como banquito, piedra que me engaña con ser escalón.
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Setenta pasos o no sé cuántos, antes de pasar por el olor a ruda que creció por ahí, antes de empezar a olvidar que hace un calorcito algo bochornoso que me hace cosquillas con las gotitas que no me puedo limpiar por debajo del huipil.
Setenta pasos o no sé cuántos, antes de olvidar que aún falta mucho cerrito y debo empezar a subir con los pies por sí solos para que mi cabeza se vaya al sonido de la tierra resbalando, a los pájaros diciendo cuanta cosa, a una que otra mariposa echándome un poquito de aire, y qué hermosas, me gustaría ir tras de ellas.
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Ahí voy, agüelita, ya casi llegan las ceritas que me encargó. Ya estoy llegando al musgo naranja, verde brillante y azul que me encanta tocar.
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Híjoles, llegué poquito tarde, ya empezaron a rezar las señoras a la madre cerrito.
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Ahorita que la noche va empezando, todo lo veo más claro. Este es mi día favorito del ciclo mayor, porque mamá cerrito nos llama a cantar con ella justo donde abre sus dos grandes manos, que también son dos piedras. Ha llovido mucho, entonces ella toma la cascada y la hace bajar hasta el campo. Pero siempre aparta un poquito para cuando nosotras subimos y la acompañamos.
Es ahí debajo, en su imagen que tallaron los otros agüelos más agüelos, que el estanque relumbra más chulo. Alrededor de él, hoy me tocó prender las ceritas que traen las sombras que pintan su cuerpo, que nos reflejan entre sus manos y donde nos recoge como al agüita con nuestros cantos.
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Ahora solo deseo ser silencio, subir con el olor de las flores del pueblo, que el humo de las ceritas me lleve con mamá cerro.
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Que no termine, porque no temo.
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Hasta puedo sentir sus gotitas cayendo con música en mi cuerpecito hueco. Mi corona floreada colorea y perfuma la agüita sagrada de mamá cerro.
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Me siento lista, agüelita, le traje las ceritas y deseo entrar en el nuevo ciclo al que le dicen fertilidad, al que yo llamo: agüita sagrada de mamá cerro.
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