
No llegamos muy lejos.
Llegamos hasta donde había que llegar.
Llegamos hasta donde llega un hombre
cuando ama a una mujer.
Llegamos hasta donde llega una mujer
cuando le corresponde.
Llegamos hasta donde llegan todos,
sea cual sea el caso.
Llegamos hasta donde llegan los amantes
cuando se besan bajo las farolas,
cuando se miran fijamente a los ojos
sintiendo el ferviente amor en sus almas;
cuando bailan bajo la lluvia
al ritmo de los latidos de su corazón.
Llegamos hasta donde llega el peregrino
que busca emociones fuertes para aliviar su dolor;
hasta donde llega el individuo
que quiere gozar sin razón aparente
de una felicidad etérea.
Llegamos hasta donde dicen muchos
que es el momento adecuado para amar
loca, acertada y espontáneamente;
sin amarguras, sin preocupaciones.
Llegamos hasta donde se debe llegar
para entender que se ha amado a alguien;
hasta donde la mente,
en sus recónditos misterios y oquedades,
no es capaz de entender.
Llegamos hasta donde se piensa
comienza apenas el amor,
y a la vez
llegamos hasta donde se cree
que el amor acaba.
Llegamos hasta conocer
a profundidad nuestras almas,
hasta entender
a totalidad nuestras mentes,
hasta tocar
por completo nuestros corazones.
Llegamos a tanto
que nos perdimos.
Llegamos más allá de donde esperábamos llegar,
pero no hasta donde queríamos.
Llegamos hasta donde nos quisimos,
hasta donde se trazó el camino.
Llegamos hasta la última página del libro,
hasta el último verso del poema.
No llegamos muy lejos,
lo sé,
pero llegamos
hasta donde había que llegar.
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