«Deberías estar haciendo otras cosas». ¡Cuántas veces no has escuchado esa frase que invalida tus gustos y tu esfuerzo, que anula tus aspiraciones con tal de realizar algo que, según ellos, «te genere beneficio» o «tenga utilidad de verdad»! Debería estar haciendo otras cosas, como si nada más importara.
Aquel que piense que las flores son inútiles, que el arte no tiene propósito y que los insectos solamente son un estorbo, es que no ha entendido nada de la vida. Aquel cerebro gris apagado no es capaz de detenerse a admirar la belleza eterna de la existencia y de las pequeñas cosas, porque para aquel ser eso simplemente no existe. Somos esclavos de las convicciones ajenas, de la opinión de los otros y de lo que el mundo espera que seamos. Somos llamas de la creatividad que lentamente dejamos que se extingan para lograr “ser funcionales”, si por ello entendemos el ser máquinas sin imaginación ni ideales, que actúan por pura inercia.
La funcionalidad y la pasión no son mutuamente excluyentes. Si no, ¿de dónde saldrían tantos artistas que ilustran libros, publicidades y anuncios del día a día; los genios que nos dan música, entretenimiento, cine, videojuegos y literatura? El día en que todos pertenezcamos a las oficinas de robots funcionales, el mundo se tornará de un gris apagado y las flores dejarán de poseer un significado.
¿Sigues tu propio camino o solo eres una oveja más esperando a ser arriada?
A veces creo demasiado en lo que opinan los demás, que desperdicio mi tiempo y mi vida en cosas infructuosas, aquello que los otros llaman “pasatiempos estériles”, pero que yo clamo “pasiones”. Eso es lo que nos hace humanos, al fin y al cabo. La creatividad, el arte, el legado, las emociones, lo que trasciende más allá de todo; pero que a tantos seres grises les parece inútil…
Sí, debería estar haciendo otras cosas en lugar de prestarle atención a comentarios que solo buscan destruir y apagar la llama de lo que me hace feliz. Es demasiado corta la vida como para vivirla sin disfrutar.
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