El umbral

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Es domingo. Debería estar trabajando. Eso siento, lo susurra mi mente, la cartera, mi cuerpa que necesita terapia física para seguir existiendo, para seguir utilizando la prótesis en mi pierna que sustituye al fémur consumido por un tumor. Pero no, estoy aquí, escribiendo. En el umbral de los 30 y con una lista de pendientes interminable que podría estar avanzando hoy, para mañana completar nuevas tareas. Ser productiva, propositiva, proactiva.

Debería aumentar mis ingresos. Siento la presión por tener lo suficiente para comenzar a cuidar de mis padres que entran a su tercera edad, por reunir suficiente capital para una vida digna como persona con diversidad funcional, con dolor crónico. Pero no puedo contra la precarización laboral, la inflación, la explotación. Luego: la culpa, «al menos tengo empleo». Miles de mujeres con discapacidad en el país no tienen esta oportunidad, entonces, ¿qué hago escribiendo?

Tras una década de historias hospitalarias, diagnósticos y la transición a una vida con discapacidad, me despido de los 29. A pesar de todo, aún no soy experta en priorizarme, en descansar. Hacerlo es, indiscutiblemente, optar por la salud.  En cualquier contexto podemos encontrar este consenso, menos en la práctica, en la vida diaria, porque, a pesar de lo saludable que sea, en estos tiempos el descanso es una condición de un grupo selecto.

Descansar es un privilegio, uno que quiero instaurar en mi vida. ¿Puedo abrirme ese espacio?, ¿cómo descanso si el dolor crónico no me deja en paz?, ¿qué debo priorizar en mi vida cuando la frase «lo importante es que hay salud» no es suficiente para omitir las realidades sociales que me atraviesan? Con mi salud comprometida por el resto de mis días, en un país donde el bienestar es un lujo, no es fácil desprenderme de la urgencia de proveerme con los recursos suficientes para cuidarme.

Continuamente me sitúo en medio de este umbral. Un paso y estoy en la realidad económica, la realidad física, la incertidumbre; un paso en dirección contraria e imagino el sueño del descanso, de los cuidados, priorizando mis deseos, mi salud. Aprender a moverme en la quietud es complejo. Y de todo lo que debería de estar haciendo por mí… escribir parece ser lo único capaz de desaparecer el umbral y cristalizar la realidad con el sueño: escribir es lo único que tiene sentido, es mi único descanso

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