
—Es como un nido…—decía la voz.
—Es como un nido dulce sobre el penacho, con hojas torcidas y finas flores… ¡Qué hermosura! Los hilos rodean sus labios, la aurora su pelo, y el llanto del niño cesa por la perfección de sus ojos…
—Es como un nido, un fantástico nido que se encuentra dentro del vientre…
—Es como un nido que no abandona, ni lastima, ni llora, ni ríe… ¡Es tan majestuoso!
—Es como un nido, callado, y oculto.
—Es mi nido, mío y de nadie más, es mío, mío, sólo mío, no quiero que nadie se le acerque.
—Un pájaro vuela en el alba, se acerca y quiere tocarlo… pero es mío, solo mío… de mi amor no me apartará nunca.
—Suelta la tierra una tormenta, suelta la tierra una enorme tempestad, ¡quiero que se aleje!
—Porque me aterra perder lo único que tengo, de que su sonrisa ya no vuelva, que su ternura se desvanezca, que ya no ame como antes, no volver a ser la misma.
—Porque tengo miedo de quedarme solo, de no tener a quien querer, de no poder dar un beso de buenas noches, y que mi corazón se extinga como un atardecer… Sin compañía, tan frío y egoísta, debería estar haciendo otras cosas y dejar de perder el tiempo.
Seis de la mañana otra vez… Era un sueño, un vago sueño, como muchos de los que últimamente tengo. Las sábanas tan frías, la mañana tan simple. Me detengo tres segundos, decido incorporarme. La ansiedad me está matando, el estrés de la escuela, la necesidad de definir quién soy, las redes de las cuáles prefiero ausentarme y recordar…
Aún tengo presente su risa, el color de la playera que llevaba puesta, la mirada, su aroma impregnado en mi ropa, sus besos en mi mejilla. Cautivó mi corazón, desató mis emociones, detuvo mi mundo y lo volvió inexplicable. Desde el primer día, desde el primer segundo, ella me amó como jamás pensé que alguien me amaría. No le importó mi color de piel, mi gusto por el color rojo, la manía de morderme las uñas, el universo de preguntas que podía hacerle. La atesoro desde un cuatro de octubre y aún sigo sin creer que ella haya sido tan mía y yo tan de ella.
Mi vida dio un giro por completo. Pasé de vender flores en la calle a un hogar para niños, a una casa con cobijo. Ella, simplemente ella. La extraño tanto, que lloro tan solo de pensar que todo fue tan efímero. Debería estar haciendo otras cosas, pero simplemente la extraño.
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