Debería buscar empleo, pero no será hoy. Hoy llevo un insecto en el brazo que, al recorrerme, me confronta con la sensación de estar siendo acariciado. El pequeño insecto busca ser sutil y no convertirse en amenaza; lo que desconoce es que ha llegado al brazo indicado pues simbióticamente le ofrezco reposo mientras me brinda consuelo. Ha huido pues sabe cuándo retirarse y aborda el lomo de un cuervo que se lava en un charco esclarecido. Su aleteo, como huracán, seda mi alma; reacciono entonces y sucumbo hundido en el frenesí capitalista. Sugiere así que es hora de buscar un empleo, de hacer las compras con el recurso que queda, de embriagarse en el bar local acompañado de la estupidez humana y el dolor. Sugiere tener un cuerpo hegemónico para hacerse vistoso y aparearse, comprar un techo, pagar impuestos y comprar regalos costosos en navidad.
Veo entonces almas ausentes que distraen mi atención un momento: un niño camino a la escuela que va de la mano de su madre; un vigorosos adolescentes fumando un cigarrillo y hablando de chicas, siguiendo el performance; el anciano que se demorará en llegar a casa al paso que va. Veo realmente el ciclo de la vida, una vida que no se detiene ni un segundo para ser acariciada por un insecto.
Debería buscar empleo.
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