Debería estar haciendo otras cosas, pero mi intuición conserva un presentimiento que invade mis tripas, que me envía sensaciones al cuerpo, pequeños destellos hormigueantes que me impiden hacer otras cosas.
Debería estar haciendo otras cosas, pero a veces caminar, hablar con la gente, observar los autos, son mucho para mí. Hay momentos en los que quiero escapar de todos, hasta de mí, y llego hasta aquí a escupir desde mis entrañas estas letras.
Debería estar haciendo otras cosas, pero ¿por qué? Me gusta postergarlo todo.
Debería estar haciendo otras cosas, pero sé que desde que nací se me destinó a este camino.
Debería estar haciendo otras cosas, pero no las hago; sin embargo, estoy aquí en mi habitación después de mi ritual de iniciación… escribiendo y procrastinando en lo que debería hacer, haciendo lo que no hacía hace mucho tiempo, pero no lo que debería.
Porque siento que soy un alma vieja y las almas viejas hacen otras cosas: escriben poemas, componen canciones, llenan su diario, escuchan música, pero no, nunca hacen lo que deberían.
Debería estar haciendo otras cosas, pero reclamo mi silencio.
Debería estar haciendo otras cosas, pero sé que mi lugar no está en lo que debería, sino en lo que quiero hacer. Porque yo debería haber vivido mi infancia como se debe, pero no fue así. Se me interrumpió, se me saturó de información adelantada y mi infancia ya no fue lo que debería haber sido.
Debería estar haciendo otras cosas, pero estoy escribiendo una carta para una mujer mayor.
Debería estar jugando algún juego infantil y divertido, pero no, mi atención se ha desviado.
Se me ha modificado mi estado natural, mi atención por lo estético y la sensualidad se ha despertado.
Debería hacer otras cosas, pero estoy leyendo a Borges, a Pizarnik, a Osho, a Mistral… no puedo (no quiero).
Me gusta asomarme por algún pequeño orificio y observar la vida a través de él.
Me metí al río del tiempo con salida al mar.
Nada fue lo que debía.
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