Visitas

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Hace ya dos semanas de la muerte de Milka. Dos semanas de aquella tarde en que mi mundo se detuvo, pero el resto del mundo no se enteró y siguió girando, sin esperarme a mí, que me costaba tanto avanzar sin ella. 

Desde entonces todo ha sido borroso; no vivo del todo en el presente, pues mi reloj tuvo un retraso en aquel momento en el que mi mundo se detuvo. Una parte de mí decidió instalarse en aquella tarde; y allí sigue, cargando a Milkita. Otra parte de mí trata de correr y alcanzar al reloj en el tiempo presente, sin conseguirlo del todo. La parte de mí que corre, recibe visitas sin avisar de un grupo de lágrimas que pasan por mi rostro de cuando en cuando, sin motivo aparente, aunque cada vez con menos frecuencia. Les tengo preparado ya café con pan para su próxima visita. Las visitas que ya no recibo más son los llantos de Milkurris pidiendo subir a mi cama o la visita de sus besos mientras descansaba sobre mi pecho, aunque mi corazón ingenuamente aún tiene preparado sus mejores ropas, “por si acaso”.

…Y pensar que aún tengo apuntadas en mi agenda visitas, sin confirmar horario aún, de la muerte en un futuro; lástima que todas ellas no serán para llevarme a mí, salvo una. Cada una será más dolorosa que la anterior; mi reloj se irá atrasando cada vez más hasta que, por lo mismo, llegue con un elegante retraso a mi propia cita en la que seré yo quien visite a la muerte; la misma cita que, por fin, me traerá alivio.

 

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