
Coexisten en el mismo espacio, pero no provienen del mismo tiempo.
Algunas brillan con más intensidad que otras y muchas más apenas se notan.
Son tan diferentes entre sí, pero conviven e interactúan en armonía y respeto mutuo. Inmersas en medio de infinidad de planetas, polvo cósmico y materia oscura.
Forman parte de este vasto universo que no posee tradición ni religión alguna.
Su encanto radica en la suma de saberes y visiones del mundo que guardan en su interior.
Cada una tiene su particularidad y su propio valor, una vez que las contemplas.
Resplandecen a su manera durante mil millones de años y eventualmente se vuelven invisibles.
Y así, nuevos fragmentos de materia estelar cohabitan con aquello que una vez existió.
Esa es la belleza de las estrellas, pero también de las ideas y expresiones, o en todo caso este debería ser su compromiso.
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