Si hubiera tomado mejores decisiones
¡nada de esto me estaría pasando!
Te lo repetí,
cientos de veces,
pero nunca escuchaste,
ni siquiera hiciste el intento.
Tus oídos parecían cera fundida,
tus ojos ciegos por la rabia,
una boca que se dedicaba a culpar,
un habla que partía a quien escuchara.
Hubo un tiempo
en el que preste oídos
a lo que decías de mí.
Cometí un error, supongo,
pero después de ese día lo hacía una y otra vez,
porque la mirada juzgona de miles de ojos
siempre estaba allí,
siempre permanecieron ahí,
a pesar del tiempo.
A pesar de los años en que me revolqué de dolor,
de la culpa siniestra que me cubría todas las noches
cuando el insomnio parecía la respuesta,
me preguntaba qué había hecho mal.
Y si hubiera tomado mejores decisiones
¡nada de esto me estaría pasando!
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