Pequeña abstracción
que arranca ramas como si fueran aguijones,
y que imagina que las nubes le hablan
como si de una invitación agradable
se tratara.
Te ignoraron y te criticaron
por ser tan ondulada y acuátil,
cuando lo único que necesitabas
eran unos ojos más blandos.
Llevaste dulzura a muchas cuevas.
Una te dejó dibujos que dolían,
flores que sangraban.
No sentías arte por las heridas.
No te enterraron,
dejaron que los rostros que miraban
te hincharan de intoxicación.
Nadie se dio cuenta de tu ausencia.
Nunca supiste qué eran los soles,
ni siquiera probaste la música mañanera.
Los desfiguros de las paredes
jamás entenderán que la pureza estuvo ahí en sus agonías
y en las versiones que ellos conservaron.
No te dejaron vivir,
probablemente, porque eras tan subjetiva
que tenían miedo de verte nadar en la tierra.
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