Te lo dije, nena

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Por eso te lo dije, nena. Nunca supe por qué te quejabas tanto; que si en la tele todas las chavas tenían un súper cuerpazo, que te acomplejaba tu cicatriz, que odiabas tu cuerpo. Todo esto no estaría pasando si, como la niña del hospital, no hubieses salido. Tú, a diferencia de ella, libraste la apendicitis, no te tuvieron que hacer esa mentada bolsa de Bogotá y nomás te dejaron esa rajada. Yo te dije que si te la jugabas, si preferías sufrir los comentarios peyorativos sobre tu marca, si querías la cirugía antes que nomás dormirte y jamás volver a cuestionarte frente al espejo por qué tienes una panza tan fea, pero tu madre y tú andaban de tercas y prefirieron que te abrieran. Ve a la otra chamaca, sus papás nomás vieron que ya no podían costear la cirugía y la durmieron. Ellos sí pensaron en el bienestar de su hija, yo por eso te lo dije, nena.

¿A poco no era preferible eso? No hubieses tenido que tolerar a ningún imbécil que durante clases hiciera bromas sobre el gusano que cargas en la barriga, ni hubieses llegado a casa llorando, rogando que te cambiáramos de escuela, porque ya hasta te habían puesto de apodo la “la cosida”. Ni me hubiese desfalcado en pagar sesiones con la psicóloga, para que supuestamente te ayudara a resolver tus problemas de autoestima. Toda una ratera esa mujer, que lo único para lo que servía era para propinarte cócteles de chochos cada que ibas a sus sesiones. Yo nunca entendí cómo esas prácticas eran legales, mira que darle a una niña píldoras que la dejen bien pachecota, toda lela y con la habilidad de mandarla a hibernar.

Sí, la responsabilidad de controlar su consumo era de nosotros como padres, pero no fue mi culpa, yo lo único que quería era dejar de verla reagüitada, por eso me hacía de la vista gorda cada que escuchaba cómo por las noches se dopaba con esas pastillas, pero la principal culpable fue la doctorcita esa. Si de verdad hubiese hecho bien su trabajo no estaríamos aquí, sufriendo los estragos de la negligencia médica de una mujer que tuvo cero empatía por mi nena, que nunca la supo escuchar, y que la hizo menos. Sí, esa mujer de bata es la principal responsable de que estemos aquí, en el mismo lugar donde igual hubiéramos estado si no hubiese librado esa cirugía, pero yo por eso te lo dije, nena.

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