Desde que me conoció, puso su atención en mí, ahí estaba viéndome mientras escribía y yo, absorta en las letras, ocupada con tareas aburridas. Me hablaba de su vida, de sus gustos, de sus pasatiempos, de algunos tropiezos. Yo, aunque disfrutaba nuestras charlas, seguí atendiendo mi vida monótona, ignorando que era más feliz con su presencia, que empezaba a necesitar sus palabras, que esa sensación reconfortante me inundaba cada vez más, pero mi torpeza no quiso ver más allá durante algún tiempo. Era más fácil dejarlo pasar, hace años que ya no creía en conexiones profundas, en cuentos de hadas, en mundos color de rosa…
Hasta un buen día en que fue inevitable, hasta que una química extraña e intensa apareció, una fuerza que me golpearía con la verdad en un instante, cuando su sentido del humor brotó y con él, una perfecta y cálida sonrisa que al final se encontraría con mi alma…
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