Cansado de escuchar y de recordar, se encaminó hacia él. Ya era la vigésima segunda vez y había perdido la pasión por el delito: no hubo un plan elaborado, el aleteo de un arma alzándose para bloquearlo del presente, relegarlo al pasado como un recuerdo o al futuro como un incierto reencuentro… un simple toque y se acabó… Supone que es lo que pasa cuando los tanques de sangre imaginaria se acaban, la bomba está averiada, y el silencio de la escasez enjuaga la percepción y se logra ver a la Razón, y solo a la Razón…
La marea de luces subía y bajaba, y entre recipientes de arena hervida, su presencia fue desbloqueada… En fiestas como esta, buscando olvidar recoger ciertas cargas, él llegaba, hablando de qué tan miserable sería si no hubiera tomado aquella oportunidad, si no lo hubieran aceptado allá. Este discurso aumentaba la temperatura dentro de sus ojos, coloreando todo con calor y alterando el vestido mercurio de la Razón, que pronto dilataba todo a una galería de espejos… Tragando el galope que empieza en la boca y termina en el deseo, logró verla habitando sus memorias.
Sobre la extensión de su ruina neuronal habían anidado reflexiones, donde su natural apego a lo opaco resaltaba con irritación los olvidos de su carácter… Y con esos olvidos aceleró su paso.
—…estamos compuestos tanto por lo que hacemos como por lo que no —le dijo, sin llegar a él—, lo que imaginamos, lo que ni siquiera percibimos y se mueve por debajo de la superficie…
—Exactamente, compañero… Ah. Mira, sin querer termino aquí, ebrio, buscando hablar de cualquier cosa… y siempre acabo hablando de lo mismo, desesperado porque alguien escuche, que alguien entienda…
Lo miró…
La música seguía siendo lanzada a través de la habitación, pero ninguno de los dos lograba escucharla.
Se miró…
Maldijo que Razón nunca venga acompañada. Solo refleja y se aleja. Musas como Determinación tienen que ser invitadas con otras cegueras.
—Podemos darle vueltas a la cuestión sobre si nos conforma más lo que hacemos o lo que no —continuó, habiendo conquistado la primera mitad que todavía los separaba—, pero, algo que quizás debiéramos de considerar antes, es la posibilidad de estar incrustados en la matriz de influencias, reales e imaginarias, de todos los que nos rodean… y si algo intangible como lo imaginado reforma el mapa en el que nos movemos, necesitaríamos incluir en la fórmula a los que estuvieron.
Cuando recordó cómo cruzar el infinito, ambos cesaron al consumarse en un abrazo.
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