
Vida mía, mi eterna promesa:
Escribo esto al despertar porque anoche soñé contigo. Me ayudabas a ordenar algunos cajones con recuerdos y listas. Mientras buscábamos, dijiste: ¿Dónde estarán todas las cosas que no hacemos? Será que se escapan de tanto pensarlas, será que las abruma la expectativa. No recuerdo dónde quedó aquella lista con libros por leer, a decir verdad, no recuerdo ni un solo título, un día desperté y ya no eran importantes. ¿Cuál era el nombre de ese lugar al que te prometí ir? Fue hace tanto que, aunque fuera, ya no sería el mismo lugar. ¿Qué tostión tendría el café que nunca tomamos? ¿Dónde estarán las explicaciones que nunca dimos, las disculpas que no pedimos, esa visita que nunca llegó?
Con toda la lucidez de la que soy capaz solo en sueños, me permití contestarte: No sé dónde están las cosas que no hicimos, creo que las tenía justo en el cajón que estás revisando, las tiré para meter todas las cosas que me quedan por hacer.
Ahora despierta te escribo esta carta, tras tu partida incluso onírica, adiós a las cosas que no hicimos.
Adiós, a ti, ausencia en mi porvenir.
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