
Nos enseñaron a valorar la eficacia y a procurar no caer en la tendencia a procrastinar, pero hay cierta poética en las cosas que no hacemos.
Lo que no hice hoy es lo que me propondré hacer mañana (claro, pasan los días y el mañana nunca llega, siempre es hoy).
Pero vamos a seguir planeando las cosas que no vamos a hacer: vamos a vernos este fin, vamos a hacer una carnita asada, vamos a irnos de vacaciones a la playa, vamos a conocer la torre Eiffel, vamos a subir a un cohete para ver la Luna de cerca.
Algunos proyectos se cumplirán, otros probablemente no, pero lo bello es que sí tenemos la posibilidad de hacerlos porque hoy estamos juntos y estamos vivos.
Tenemos el privilegio de disfrutar ver el tiempo pasar sin prisa, sabiendo que tarde o temprano por fin acabaremos la lista de cosas que teníamos que hacer aquí y, entonces, podremos morir en paz.
Por suerte eso pasará mañana.
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