Sin nada en aquel vaso que se posa en la mesa de centro desde hace 3 días desde que la última gota abarcó su casi invisible existencia.
Sin nada en aquella hoja donde aspiraba a escribir una carta que surgió entre pensamientos y sentires hasta que estos desaparecieron con la emoción del momento.
Sin nada en el buzón del teléfono que en el pasado registró saludos, despedidas y reproches.
Sin nada, así quedó el corazón cuando aquella tarde aquel hombre amado y extraño para mí se marchó, mientras su silueta casi desconocida se desdibujaba a lo lejos.
Sin nada en la mesa de comedor donde dos amantes un día compartieron alimentos en medio de risas e infinitas historias.
Sin nada en la cama donde aquellos amantes sudaron en el calor del amor, entre el gemir y los deseos fervientes de la carne.
Sin nada transcurren los días desde que el amor con cautela abandonó esta casa y su habitante, yo; habitante que soy pero que ahora desconozco dejando todo en desorden.
Sin nada por decir, murmurar o gritar, solo silencios que invaden esta enorme habitación adornada con flores marchitas, espejos rotos y libros regados por el suelo.
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