En ese entonces

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Se estaba haciendo más frecuente, o probablemente más ruidoso, no lo sabía con certeza, pero lo único cierto era que se acercaba su vigésimo tercer cumpleaños.

El tic tac de un reloj interno retumbaba en su cabeza con mayor fuerza. Los momentos en que se encontraba sola, eran cuando a su mente la invadía ese desvaído recuerdo.

Le gustaba juguetear con él, como un bolígrafo entre sus dedos, iba y venía, lo analizaba bajo otros ojos y diferentes perspectivas, creando escenarios más dramáticos de lo que fueron en realidad. Cuando terminaba, inmediatamente después se decía: «Nada de esto me estaría pasando si tan solo le hubiera besado».

Trataba de convencerse de que era algo anodino en su ya ajetreado mundo, y si bien era cierto que asentía mecánicamente con la cabeza, pero con espíritu optimista, cuando le decían «Todo a su tiempo, ya llegará», cada que el tema salía a flote, detestaba la idea de que tiempo atrás, cuando era una adolescente, pudo haber tenido una oportunidad.

De haber sido más coherente con sus palabras, decidida y, en especial, no haber aceptado tan fácilmente el no por respuesta, tal vez, sólo tal vez, la presión del tiempo y la sociedad ahora no serían tan hostigosas.

Sentía cierta inquietud debido a su falta de experiencia. Podría ser delatadora y volverse vulnerable y blanco fácil de burlas para las personas encargadas de romper corazones.

Pensaba infantilmente que, de haberle besado, las circunstancias actuales serían otras. Sin embargo, algo sería seguro: la pregunta que la acosaba por las noches, la que le carcomía la mente en los momentos de soledad provocada por la ausencia de aquella figura que se encargaría de brindar calor en los tiempos fríos, la que instintivamente le hacía rozar su boca con la yema de sus dedos. «¿Cuándo? ¿Cuándo sucedería?». No existiría.

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