
Un bosque oscuro envuelto en niebla;
camina exhausta sin detener sus pasos.
¡El viento susurra un hecho perturbador!
Ella mira al cielo y no hay estrellas ni luna sin alma,
no hay cielos despejados, ni oxígeno respirable,
no hay compasión ni piedad en la tierra de la indiferencia y la ruindad.
Un recipiente sellado al vacío de sepulturas que ya no sienten,
tierra seca agusanada, flores muertas, putrefacción,
se pregunta dónde se llevó la penumbra…
las lágrimas, los gritos, la angustia.
¿Valió la pena el sacrifico?
Las cosas que no hacemos son impronunciables.
El viento ya no sopla,
las flores se deshojan,
el sol agrieta la piel,
con el alma perdida en el cielo va caminado en la penumbra,
sin guía su corazón late lento, pero aún late por amor a la vida,
impronunciable es la sombra de la muerte en la pendiente del tiempo.
En la lejanía vislumbra el cerro que sus pies se aferran a escalar,
el corazón late fuerte pero el tormento silencia sus latidos.
¿Por qué? ¿Qué es el corazón sin alma? Un músculo palpitante,
la felicidad es efímera para quien ha estado interminablemente bajo la lluvia.
En la oscuridad escala la cordillera con el alma perdida,
bajo la lluvia cálida que acaricia su piel,
el corazón se fragmenta en las cosas que no hacemos,
anhelante deseo, es un fuerte latido del corazón;
no puede latir tan fuerte porque ella, en el abismo de la montaña,
ha pronunciado a su pasado lo impronunciable…
muerte te ofrezco mi alma a cambio de silenciar mis latidos.
La muerte la ha escuchado y ahora su corazón late precavido,
vive sin alma, va deambulando por la vida.
Desconexión del alma, un regalo de la muerte y de su infierno;
su alma errante se encuentra divagando con los espíritus del bosque.
Un regalo impronunciable le dio la muerte al perder sus luceros,
dejar de sentir dolor en un hechizo que la noche lunar consumió,
su corazón vuelve a latir de una forma mortal al enfrentarse a sus demonios:
se encontró de nuevo a ella en el camino para rescatar su alma del abismo.