Te di todo y más de lo que pudo dar
una incompleta como yo
y tú me incendiaste como si fueras Nerón.
Lejos quedaron aquellas historias
de la casa en la playa y los perros.
Aquella Flor en sombrero,
esa mirada triste,
aquel lugar seguro.
Fue un montaje.
Me usaste, lo permití.
En realidad, usas a todos
pero no todos pueden percibirlo,
pues ellos no están podridos como nosotros.
Intentaste destruirme
y volví a mi infancia donde fui un niño con el corazón roto.
Volvió la desconfianza esa que sólo generaba mi padre.
Creí que por tener ambos el corazón roto y conocer la pérdida
buscábamos sanar,
pero tú intentaste darme la estocada final.
Yo fui aquel toro de ojos vidrioso en una tarde en la plaza,
vulnerable, envuelta en lágrimas,
confundida, desesperada, sola.
Fui agredida frente al mar por quien me amaba.
Incendiaste todo conmigo dentro.
El combustible fue la vulnerabilidad
y la confianza que te di las noches al teléfono.
Me siento imbécil por los planes que tuvimos.
Invadida, sufriendo el escarnio de tus conocidos
que intentaron reírse de mí usando todo aquello
que algún día conté por cariño, nunca por amor,
esperando algo que sólo pudieras decirme tú.
Perdón.