Nada

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Nada.

Eso fue todo lo que tuvimos,

y aun así le permito a mi cuerpo

vulnerarse ante tu inesperada presencia.

 

Me mantengo ocupada,

pero mi mente me encadena a tu recuerdo,

exiliándome de cualquier otra idea.

 

Actúa en contra de mi voluntad.

Me obliga a pensarte y anhelarte

de la manera más repulsivamente romántica y erótica.

 

Se pregunta:

«¿De qué manera podré ocultar tu nombre de mis pensamientos?»

Y ríe cuando piensa:

«¿Cómo puede vulnerarme la nada?

¿Cómo puede ponerme a sus pies con solo oírle,

con solo verle, con tan solo tocarle?»

 

Cual adicta, te veo

y reprimo mis impulsos ante el devastador pensamiento

de no sentirme correspondida.

 

¡Dime!

¿Cómo aparto esa idea de mi cabeza

que convierte a la nada en un todo?

¿Cómo me exijo amarme más

y soltar la idea de ese todo

que siempre habitará en la nada?

 

 

Eres sueño

Eres recuerdo constante.

Angustia de lo que fue y no volverá.

El final de un principio que nunca existió.

 

Eres la incertidumbre

que deja un vacío que nunca se llenará

ni con el anhelo de mis pensamientos.

 

Eres ese sueño constante que nunca se concreta;

el sueño más íntimo de cualquier soñador

envuelto entre sábanas de fe.

 

Tu almohada son mis pensamientos

y sobre ellos te deslizas en escenarios tan imposibles

que quisiera no despertar.

 

Dormir.

Y jamás volver a despertar

con tal de volver a ver tu rostro,

y escuchar el dulce timbre de tu voz.

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