Deseo subjuntivo destrucción

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Hecho de nube. Una construcción de hilos de luz, un aire que se mueve extraño en la dimensión del subjuntivo. «Si pudiera… si te conociera». Jamás pensé que “si existieras” tendría el poder de hacer esa luz, de separar el cielo de la tierra, de abrir los mares y, a su vez, de destruir.

Siempre las posibilidades nos llenan de melancolía… ¿de nostalgia? Hecho de niebla, y con pasos que no se soportan en la materia, camina la fantasmagoría del deseo. ¿Podría ser esa persona que soñé y amé en las décadas que no viví? La nostalgia es real, lo demás es sólo silueta. Antes no era: existió en el momento de hacerse la palabra y luego se marchó. La palabra lo dotó de libertad y al creador lo dejó con una profunda melancolía, una real melancolía.

Si existiera. ¿Es mezquino anhelar que exista esa persona que no quiere hacerlo? La nostalgia es carne, la libertad es nube y su paso ligero es luz. Si existiera ahora (no antes, no después) le daría el don de conversar. Le daría la maldición de abrazar algo distinto al aire; pero entonces, ya no sería carne la nube. Materializarlo le haría un mal enorme.

Si existiera, y lo digo con tierra en la boca, desaparecería todo un país. Platón se retorcería en los Campos Elíseos. La figura de la perfección se volvería un molde cualquiera. Desaparecería esa silueta reemplazada por el todo real y limitado. La nube, la luz y el aire serían ahora objetos desprovistos de ser lo que quieran. La palabra no haría nada más que decir lo que es. Nada más. La nostalgia y la melancolía serían una tristeza vulgar.

¿El subjuntivo ahora es destrucción?

Si existieras tú, ese del que tanto hablo y hago casi aparecer en palabras con temor de aniquilarte, se llenaría el vacío que no debe llenarse. Se iría todo. No quedaría deseo, ni tristeza. No quedarían más que piedras duras en un mundo áspero. Si existieras se colmaría de tedio la transparencia, el agua sería agua y no frescura. Comprendo que la palabra te roza lo suficiente para saber que no deberías ser, pero no tanto como para darle a tu cuerpo células. Huyo de la mezquindad, abrazo la nostalgia, me hundo en la melancolía, escribo la luz, la nube; respiro el aire que no es, pero llena tanto mis pulmones que es suficiente.

Recuerdo que si no eres es por bondad, y la bondad con melancolía es buena. Y la nostalgia con melancolía lastima. Pero ambas son necesarias.

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