El principio del fin

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No puedo creer cuánto has cambiado. El 14 de febrero del año pasado habías discutido con tu novio porque preferías ir al Museo Soumaya con tu mejor amiga, en lugar de tener la cita que habían planeado por videollamada. Pero tú tenías tantas ganas de ver la réplica del David de Miguel Ángel, que no te preocupaba mucho la molestia momentánea de tu novio. Sabías que él entendería.

«Eres muy mala novia». Solías pensar cuando preferías hacer otras cosas en lugar de hablar con tu novio por videollamada. Además, los otros también te hacían creer que él era muy bueno para ti. Siempre escuchabas murmullos que aseguraban que tú no lo amabas tanto como él lo hacía; que eras muy grosera con él y no te mostrabas muy afectuosa. Tú siempre creíste que eso era verdad. También le creíste a él cuando decía que tu tristeza era momentánea. Siempre le creíste cuando decía que te sentirías mejor una vez que renunciaras a tu vida en México; que era tu familia la que te hacía tanto daño.

Cuando le pediste un tiempo a finales de febrero, una vez más creíste en esa premisa de “tú no lo amas tanto y eres muy mala con él”; por eso lo llamaste arrepentida al día siguiente y le dijiste que no era cierto; que preferías intentarlo en lugar de rendirte. Pero la verdad era que ya no podías más. Ya no querías seguir en esa relación que no te hacía feliz, pero él nunca supo que, durante mucho tiempo, pensaste en terminar con él. No lo decías porque no querías que sufriera; no después de la tristeza que lo inundó por la muerte de su gato. Un día, él se cansó de la inestabilidad que significaba estar con alguien que no sabía lo que quería, y tú sabías que no le podías pedir que te esperara.

Entonces, pasó el tiempo. Es 14 de febrero una vez más. Tuviste un picnic con tus amigas y te encontraste a esa persona con la que tuviste “algo” después de terminar tu relación a larga distancia. Sentiste un vuelco en el corazón cuando lo viste caminando por la calle, alejándose de ti; pensaste que dejarlo ir era lo mejor. Ahora eres feliz. De pronto, les dijiste a tus amigas: «Esa versión que los demás crearon de mí nunca existió. Esa persona que fui a finales del año pasado no era yo realmente. Pero nadie supo ver qué tanto mal me hacía anteponer la felicidad de los demás sobre mi propio bienestar… Pero, amigas, ahora soy la mejor versión de mí. Esa persona que ellos creían conocer nunca existió».

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