
En esa mirada chocolate me quería derretir,
con cada rasgo que me enloquecía.
Había sido justo como la imaginaba.
Quise acercarme más a ella
esperando que el latir de mi corazón no me delatase.
Me hundí en la perfección de sus curvas,
en el romance habitado por su sonrisa,
en lo implacable de su mente.
Sus abrazos se sentían cálidos
como un lugar seguro.
Sus besos me idiotizaban
y su mirada tierna me hacía devota de ella.
Cuando me encontré a centímetros de su boca,
justo antes de besarla,
a lo lejos escuché un sonido
bastante conocido para mí.
La alarma me hizo despertar,
recordándome una vez más
que solo es mi imaginación;
que su perfección
solo es reflejada en un sueño
que se siente como el paraíso,
pero que me hace sentir la realidad.
La alarma me recalca
que escribo para alguien que no existe.
Para la ilusión pura de mi mente
manifestada en mis sueños.
Un sonido
que me hace sentir la soledad
que en sus brazos desaparece.