La falsa sonrisa

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Desde que tengo noción del mundo, se me ha valorado por la sonrisa que mi rostro transmite de manera natural. Las personas piensan que nunca me enojo, ni lloro en silencio por sentirme mal, pues siempre me han visto como una mujer bondadosa y dispuesta a ayudar al que lo necesite. Realmente no me conocen. Yo soy mi propio demonio.

Escribo para mí y nadie más. Es un alivio para el alma el poder expresar mis pensamientos, mis sentimientos y mis emociones a través de un bolígrafo. Tal vez no lo haga frecuentemente, pero trato de hacerlo cuando quiero librarme de mis dolores, miedos e inseguridades.

He pensado sobre la falsedad de mi sonrisa. En una ocasión, al mirarme en el espejo, me percaté de que en mis labios se dibujó una profunda tristeza. Esa sonrisa había cambiado porque era otra etapa de mi vida.

Últimamente, resguardo mis escritos para leerlos en soledad. Son una especie de cartas escritas para mí yo del futuro, que apreciará los cambios en su persona y que, a solas, sonreirá con malicia y ternura. 

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