Despierto y no lo creo. Veo a mi familia vestida con trajes de manta, tan blancos, que hasta el propio sol parece reflejar en el agua la viva imagen de otra numeración. Estos números han alcanzado la eternidad. Algunos dicen que nos hemos vuelto imaginarios, infinitos, neutros, cuando en verdad no se puede dar una explicación sobre la existencia de mis amigos positivos y negativos. Todos somos muy complejos, pero hay una cosa más extraña aún. ¡Tenemos alas! ¡Podemos volar! Somos pensamientos reencarnados en otro cerebro.
Algunos tienen las alas cortadas, y no he llegado a comprender por qué. Solo veo que se desprenden de su cuerpo y sufren por no poder volar; se someten a una enorme burbuja llamada neurona, en la cual se quedan dormidas hasta que puedan sanar su herida. Muy pocos lo logran porque, una vez que ya no tienen alas, nada vuelve a ser igual. ¡Aquí se sueña despierto! Actúas conforme a tus pensamientos y el lenguaje que utilizamos casi a diario suele ser el algebraico. Nadie carece de grupos, ya que todos pertenecemos a uno, desde los reales a los imaginarios. Esta es la parte que más me gusta: todos somos una familia que progresa. ¿Sabes por qué? Porque sumamos y multiplicamos. Claro está que algunos por sus diferencias restan o dividen, pero seguro estoy de que todos lo hacemos por un bien común y ese es el aprendizaje.
No existen maestros, ni discípulos, todos somos un ejemplo de lo que podemos llegar a ser, construir e inventar. Aquí nadie se interesa por tener un título que describa su desempeño. Las reglas como las de tu mundo.
Te presento una canción que inventé:
No hay nadie por aquí,
nadie por allá.
Soy gordito, esponjoso y suelo asustar,
y a todos mis hermanos llego a presentar.
Me dicen bolita, me dicen obsoleto,
pero todos me conocen como el guapetón cero.
Bueno, la oscuridad ha inundado mi cuarto. Es hora de dormir, pues mañana darán los resultados del examen.
