Lo que nunca te dije

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Hay momentos de mi vida en los que me gustaría volver atrás y decirte todo lo que sentía por ti. Dejar que todo fluya sin que la vergüenza se apodere de mí.

Mi miedo a perderte hizo que te fueras por completo, pues jamás tuve la mínima intención de abrirme y dejar salir mis emociones. Como es lógico, esto tuvo sus repercusiones: desde aquel día en el que me pediste que lo hiciera y no me atreví, te perdí. No volví a verte y, obviamente, daría todo de mí para repetir ese momento y cambiar lo que sucedió; para hacer que volvieras y que todo fuese perfecto; para tener esa relación idílica, con sus más y sus menos, pero con un nosotros”. No obstante, hoy en día, sigo sin saber explicar lo que siento por ti y sé que esa es la señal que me hace saber y sentir que eres la persona que necesito conmigo. Parecerá algo loco, pero te pienso y sé que no hay nadie más con quien quiera crecer y, en vez de llorar, hablar para solucionar.

Ayer, hoy y siempre desearé levantarme cada mañana a tu lado; que me sonrías y me mimes como lo hacías;  que seas quien me mire mientras me duermo y me despierte con cientos de besos. Quiero crear una familia y un precioso hogar donde todo sea amor y felicidad, para que nuestros hijos puedan expresar sus sentimientos y no tengan que pasar por lo mismo que yo sufrí. Ese sufrimiento que me hace querer buscarte, besarte y jamás soltarte. Porque, si una oportunidad más contigo ocurriese, haría que de tu corazón nunca se me escapara. Es por eso por lo que cada día que pasa me arrepiento y pienso en ese momento en el que debí haberte dicho mi sentir. Si esto no sucede, seremos un amor real y eterno, pero no volveremos a vernos. Nos tendremos presentes sin estar cerca, sintiéndonos en la ausencia y lejanía.

Fielmente creo en el hilo rojo del destino”, aquel que une a dos almas que están destinadas a estar eternamente juntas. No sé si éste nos volverá a juntar en algún tiempo o no, pero tengo completamente claro que serás esa persona que por siempre me acompañará. Aquella que, cuando la vejez me alcance, estará en mis palabras cuando me pregunten por mi amado. Yo explicaré con gran pesar que mi hijo lleva tu nombre en honor a tu amor y no al azar; que por culpa mía llegué a sentir la agonía de entender que el amor que por mí sentías se desvanecía.

Así, mi arrepentimiento crece seguidamente, y un perdón constante ronda mi mente.

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