Ojalá nunca leas lo que te escribí, porque me verás como un cielo sin luna.
Ojalá nunca leas lo que te escribí, porque pareceré una niña asustada.
Ojalá nunca leas lo que te escribí, porque solo seré una mujer sin sentido para ti.
Ojalá nunca leas lo que te escribí, porque incluso sin conocerte, te anhelaba.
Ojalá nunca leas lo que te escribí, porque mis palabras son mi arma más poderosa.
Ojalá nunca leas lo que te escribí, porque escribir para mí no es más que un vómito de emociones plasmadas en palabras.
No es porque sea una estúpida sin pudor.
Soy escritora. Una estúpida escritora que anhela algo que tal vez no existe. Algo que quizá ya existió, y me trajo una supuesta felicidad eterna que ahora es la ceniza de mis lágrimas ardientes.
¿Por qué necesito estar contigo para ser feliz? ¿Acaso mi mundo se arreglará con tu presencia? ¿O es que tu existencia es ficticia? Ficción pura que me he inventado para saciar estas ganas de sentir algo. ¿Es eso, cierto? Pero tu existencia sería un martirio para mi dualidad bizarra. Te dejaré ir porque no causas más que dolor de cabeza.
Te dedico este último verso para tu tranquilidad:
Ojalá no existas, porque será un tormento para mi corazón.
Ojalá no existas, porque temo asustarte con mi naturaleza melancólica.
Ojalá no existas, porque no tengo nada que ofrecerte
más que los versos de este intento de poema,
las cartas que te he enviado y las novelas que nunca terminé.
Ojalá no existas más que en mi memoria.
Ojalá nunca leas esto.
