Plaga

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Estoy bien. Al menos eso siento. ¿Hay alguna diferencia entre sentirme bien y estar bien?

Odio, de verdad odio verme desde fuera. Mi yo que mira no tiene sentimientos, no tiene empatía por el observado.

Siempre me duele percibir los aromas, porque se instalan en mí de forma indefinida. Hay algunos que hacen su vida en mi cuerpo, se pasean por él y cuando se encuentran con un aroma igual a ellos le cuentan la historia de cómo llegaron a mí; de qué es lo que estaba haciendo yo y lo que sentía en el momento en el que entraron por primera vez. Yo debo de escuchar esa historia.

Una vez, descansando en el cuarto que compartía con otra persona, esta entró de improviso. Me despertó a pesar de su intento de ser silencioso, pero yo seguí haciéndome el dormido. Escuché el sonido de un atomizador. Esperaba lo peor y efectivamente sucedió: usó un perfume de coco. El aroma inundó mi cuerpo, no pude dormir; el olor no era intenso, pero al percibirlo no pude dejar de pensarlo.

En la mañana me alisté para ir a la escuela. En ese tiempo estaba muy sensible a todo y, precisamente lo que me ocurrió después, se mezcló con aquel aroma. Fue casualidad que solo me pasarán cosas desfavorables ese día. Como se puede predecir, cada vez que me encuentro con ese aroma no puedo sentir otra cosa que no sea dolor.

Hay una plaga de aromas viviendo en mí: se alimentan de mi memoria; los puedo sentir mientras comen y son en verdad muchísimos. Como dije, asoman la cabeza cuando ven a uno igual a ellos. Ni siquiera los puedo ver. Viven dentro de una parte de mí a la que no puedo acceder. Si pudiera abriría mi propio cuerpo, buscaría el lugar en donde habitan y los arrancaría con mis manos desde sus raíces.

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