Un par de manos

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Así,

con los ojos grandes y las pupilas más vastas que el iris.

Así, un poco demoniaco.

 

De manos pesadas,

dedos largos y huesudos;

con uñas retráctiles y piel de víbora.

Así, un tanto salvaje.

 

Mudo de absolutos,

catador de licores corporales;

de lengua inteligente y colmillos dulce de leche.

 

De pies curiosos,

talón de Aquiles y piernas,

un par de preferencia.

 

De colores fríos y sombras cálidas.

Así, humano a su manera:

estudiante y maestro de vida entera.

 

Pero, si algo pidiera,

si un deseo se me concediera,

que supiera decir adiós pediría

para que no me quede como ahora:

con la mano extendida esperando un último apretón,

una despedida.

 

Así,

con entereza para que las disculpas sean sinceras,

para que los hechos sean también palabras,

para convertirnos en criaturas fantásticas

desconocidas aún en la mitología.

 

Así,

con un par de manos

para que una de ellas estreche la mía.

Que sepa decir adiós

para evitarnos, por sobre todas las cosas,

la pena de vernos y no poder saludarnos.

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