
Dónde andarán esos ojitos
de mirada serena.
Serenos como un lago
en cuyas aguas quietas
un día me miré.
Se pone junto a mí
y sus ojos tiemblan.
Tiene dos celestiales arcos
que le sirven de cejas.
Entre las pestañas voltean inquietas
unas pupilas que yo conozco;
son ojos de un color imposible
que ya nunca olvidaré.
Los ojos de aquella mujer
han dejado en mi alma
eterna sed de amar.
Fijo en mi mente su extraño rostro:
los ojos verdes, grandes,
expresivos, lucientes;
la nariz mediana, las cejas delgadas,
la boca pequeña, los labios colorados y gruesos;
la tez lisa, lustrosa…
el cabello dorado.