Las cosas que perdí

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Cuando te perdí,

perdí tus ojos grandes y redondos,

perdí tu bigote y tu cabello rizado.

También perdí tus manos grandes,

tu panza y tus hombros anchos.

 

Cuando te perdí,

no solo perdí tu sonrisa,

perdí tus pestañas y tus cejas pobladas.

Perdí tu mirada,

tu sonrisa y tu nariz chata.

 

Pero también perdí otras cosas más,

aunque algunas sigan en su lugar.

Perdí la sonrisa,

perdí las noches de fiesta y los cumpleaños.

Perdí la risa incontrolable.

 

Cuando te perdí,

perdí el sonido de la guitarra y del acordeón,

la noción de los años, los meses y los días.

Perdí la cámara de video y las largas caminatas;

luego, el sabor de la comida.

 

Cuando te perdí,

perdí las bromas, el canto y perdí el baile.

No era mi intención, pero perdí la estación de radio.

También la navidad, el año nuevo y todas las festividades.

Perdí los viajes al mar.

 

Cuando te perdí,

perdí la imaginación y el ingenio,

los amaneceres, los atardeceres y las noches estrelladas.

Perdí las libretas con canciones escritas.

 

Te juro que yo no quería,

pero también perdí el ruido de la casa,

el taller de trabajo y la habitación.

 

Cuando te perdí,

perdí la paz, la seguridad y de paso la fuerza.

Perdí la camioneta vieja,

la historia de vida, las aventuras y las historias de terror.

Perdí los programas de televisión.

Perdí el abrazo y el beso.

 

Cuando te perdí,

perdí el olor de la madera, del aserrín, de la pintura y del barniz.

Incluso, perdí amigos y familiares.

Perdí la rutina.

 

Cuando te perdí, me perdí.

Yo sigo aquí y me pregunto:

¿Quién soy después de todo lo que perdí?

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