Susurros de anhelo

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Marina me dijo una vez que solo recordamos lo que nunca sucedió”. Me quedo anclada en la primera frase de la novela que acabo de empezar a leer. Intento avanzar con la lectura, pero la frase inicial vuelve a mí una y otra vez. Decido cerrar el libro y dedicarme a observar. Agradezco la sana obsesión que ha cultivado mi madre de poner flores en el balcón, pues estas me permiten ver sin ser vista. Mi vecino también está en el balcón dibujando en su destartalado bloc. Y de pronto, aquí está ella. Se filtra en mis pensamientos y desisto con los intentos de distracción que no consiguen engañarla. Su fantasma me visita desde hace más de dos años, regular e implacablemente. Es igual que el periodo: doloroso cuando llega, pero mayor sería el problema si no llegara. Mejor así, pues significaría que la he olvidado.

Siempre he creído que las ideas y los pensamientos están conectados. Por eso me divierte pensar que ella también acaba de recibir mi visita. Al divagar en los recuerdos, lo primero que encuentro son las contradicciones, maravillosos opuestos sobre los cuales creamos nuestra historia, tan común como particular, tan breve como interminable y horriblemente hermosa.

Como toda gran historia romántica, estábamos destinadas al fracaso. Fue ella la primera en sufrir mi dedo acusador. Señalé injustamente su timidez y su incapacidad de ser honesta sobre sus sentimientos. Luego me tocó a mí, y la frustración no hacía más que aumentar las capas que me iba poniendo encima para intentar ocultar cualquier resquicio por donde asomara mi verdadero yo. Pero lamentablemente el querer que algo suceda no es suficiente para que ocurra. Las dos anhelábamos que funcionara, pero el problema no era externo, el problema éramos nosotras. En esta ecuación, nuestra unión no nos sumaba, nos restaba. Es un problema poder brillar cerca de los que, involuntariamente, hacen aflorar tus defectos. No es que sea fatigoso, es imposible. Por lo tanto, ni fue, ni es, ni será.

Siempre teñimos de un matiz positivo la palabra destino, pero no tenemos que olvidar que, si no tiene que ser, no será. Punto de inflexión. Entendí que no todas las historias están hechas para vivirlas, que hay algunas que se escriben o se cuentan, aunque solo sea en pensamientos. Y estas, son las más hermosas porque la cruel realidad no va a poder corromperlas: el beso más dulce que he recibido es aquel que jamás he probado.

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