El ángel caído

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Llevo aproximadamente nueve meses hablando con Jev, y hemos estado saliendo por cuatro. El único problema es que se trata de una relación a distancia. Sigo sin entender el motivo por el cual me llegué a enamorar de él, teniendo en cuenta lo lejos que estamos el uno del otro. Solo sé que es la persona más increíble que he conocido. Es como si me lo hubieran mandado del cielo. No sé si me cautivó la manera en me hace sentir cada vez que escucho su voz, o si fue la forma tan profunda en que parece conocerme. El hecho de que sepa exactamente cómo soy, me aterra un poco. A veces lo veo en sueños y al día siguiente me cuenta que él soñó exactamente lo mismo que yo. No lo sé, es algo extraño.

Desde que comenzamos a salir, hemos querido vernos, tocarnos, sentirnos. Lo platicamos siempre que podemos:

En serio, Jev. ¿Cuándo nos veremos? le dije algo inquieta en la llamada telefónica.

Muy pronto. No te desesperes cariño me dijo de la manera más calmada.

Ya es mucho tiempo. En serio quiero verterepliqué acompañada de un suspiro.

Yo igual. Pero, por ahora, lo haremos en sueños como lo hemos venido haciendo soltó una risita mientras hablaba.

Después de esa plática, algo en mi cabeza empezó a hacerme ruido. Una simple frase que Jev me dijo hizo que todo empezara a ser incierto. Realmente quería verlo en persona, pero su semblante empezó a parecerme extraño. Algo no me daba confianza, mas no le di mucha importancia, o eso creía.

A las pocas horas, me encontraba en internet tratando de averiguar por qué él parecía conocer todo de mí. En el proceso de búsqueda me quedé dormida y un fuerte ruido en la ventana me despertó. Me quedé petrificada por lo que había aparecido en mi computadora sobre los demonios y el infierno. Con algo de miedo, decidí asomarme por mi ventana; sin embargo, antes de que pudiera ver al otro lado, Jev saltó de la ventana a mi cuarto. «¿Qué hace él aquí? ¿Cómo llegó a mi casa?».

Te dije que muy pronto nos veríamos, cariño dijo con una sonrisa torcida.

Entre el aturdimiento y la emoción, corrí a abrazarlo para sentir su calor. Al pasar mis manos por su espalda, toqué unas grandes cicatrices. Sin pensarlo, metí mis manos por debajo de su ropa. Su piel se erizó y todos sus recuerdos llegaron a mi mente. Puedo ver cada uno de los sueños en donde estábamos juntos.

Ahora sé que es mi ángel caído del cielo.

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